Martin Scorsese filma con un nivel de pasión desbordante y, a sus 77 años, parte y cierra El irlandés con planos secuencias que dejan bocabierto, secundado por la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto. Fiel a su modo de narrar, ha filmado para Netflix una nueva obra maestra sin ceder a las modas instantáneas –este telefilme dura tres horas y media-, convocando a tres de sus actores favoritos: Martin Scorsese, Joe Pesci y Harvey Keitel, adentrándose otra vez en el terreno de la mafia, como antes lo hizo en Buenos muchachos o Casino. Aunque, en rigor, no se parece a ninguna de ellas.

Frank (De Niro) es un camionero que parte robando carne, hasta que se convierte en sicario de mafiosos donde el mayor conflicto –para él- está en el arma precisa y el lugar para desecharla tras el crimen. Apadrinado por Russell (un extraordinario Joe Pesci, quien rompe aquí con 15 años de silencio artístico), comienza a tejer una vida donde el dinero llega fácil, pero que paulatinamente lo va alejando de su familia. 

“Escuché que pintas casas”, le dice al teléfono a Jimmy Hoffa (Al Pacino, en su primera y sólida colaboración con Scorsese), cuando Frank comienza a trabajar para el reconocido sindicalista, con quien trabaja un grado de amistad que incluye a sus familias. Pero, para Frank, una cosa es la amistad y otra el recibir órdenes. Y él, con un rostro frío que no variará en toda la película, obedece sin contrapreguntar.

El irlandés parte como una película de mafiosos, pero a mitad de camino da un giro hacia una historia de improbable redención, con una hora final que es demoledora y probablemente lo mejor que haya filmado Scorsese en la última década. Sin ceder a sentimentalismos, sin caer en obviedades, dibuja el ocaso de un hombre, que ha tomado numerosas decisiones equivocadas (¿fueron sus decisiones, realmente?) y que se siente apabullado de llegar a su hora final. Una cinta excepcional.

Disponible en Netflix

Rodrigo Munizaga

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here