El director de Una mujer fantástica -ganadora del Oscar en marzo pasado-, y de las películas Disobedience y la pronta a estrenarse Gloria Bell, donde dirigió a estrellas como Rachel Weisz, Rachel McAdams y Julianne Moore, está instalado en la industria de cine norteamericana e inglesa. Desde ahí, analiza la fragilidad de la industria local, que depende de fondos concursables, habla de la falta de fomento para el desarrollo del cine en el país y de cómo su generación aportó una mirada más global a la hora de contar historias, que permite hacer películas que funcionen en Chile pero también en el mundo.


Tiene su base de operaciones en Berlín, donde vive, y por estos días está en Santiago, escribiendo y buscando una nueva historia para filmar en el país. Luego de realizar Gloria Bell, la versión de Gloria protagonizada por Julianne Moore, Sebastián Lelio (44) está en una etapa de desarrollo, mientras espera el estreno de esa película a nivel mundial. También reparte su tiempo con la promoción de Disobedience, film en donde dirigió a Rachel Weisz y Rachel McAdams, y que se estrenará en Inglaterra, donde el British Film Institute además hará una retrospectiva de toda su obra, en noviembre.

-Tras filmar Gloria Bell, јtienes ganas de contar otras historias?

-Sí, estoy desarrollando varias cosas, expandiendo los horizontes expresivos y metiéndome en géneros y problemas nuevos que siempre he querido hacer y no he podido. Me interesa la ciencia ficción y algo de eso estoy trabajando. Quiero aprovechar de hacer lo que siempre soñé. Tengo muchas ganas de filmar en Chile pero todavía no encuentro la historia. 

-Con el Oscar de Una mujer fantástica, te convertiste en un talento de exportación en la industria cinematográfica chilena. ¿Cómo llegas a ganarlo? 

-El Oscar se gana sin querer queriendo. Uno filma tratando de hacer una película que tenga fuerza. En este caso nace al mundo en el Festival de Berlín, en febrero de 2017, gana el Oso de Plata al mejor guión y el Teddy Award. Y empieza a estrenarse por todas partes y a ganar adherencia, muy en sintonía con algo que estaba en el aire, que parecía no estar del todo representado. La figura de Daniela crece y Chile elije a la película como su representante al Oscar. Es nominada y comienza un proceso en escalada que termina con ese accidente que es el Oscar. Pero ya había filmado Disobedience, en Londres, y también Gloria Bell, como se llama la nueva Gloria con Julianne Moore y John Turturro. Ya estaba asomado en ese circuito.

-¿Cómo logras asomarte a ese circuito?

-Gloria es la película que cambia el juego. La gente la quiso mucho, se estrenó en todo el planeta y tuvo distribución internacional de verdad. Y ahí empezaron a llamarme, a ofrecerme proyectos, opciones de representación, agentes, manager… es todo un planeta. Estoy sobre todo en la industria norteamericana e inglesa, entonces Una mujer fantástica, Disobedience y la nueva versión de Gloria, son las tres películas que hice después de Gloria y antes del Oscar. Lo que pasa es que la percepción fue distinta: que ocurre el Oscar, después se estrena Disobedience y luego Gloria Bell.

-Desde el punto de vista creativo, ¿por qué Gloria la ve todo el mundo?  

-Gloria se adelantó a lo que está pasando ahora. Puso la mujer al centro con gracia, ligereza y agudeza, y ofreció un retrato tierno y descarnado. El mundo estaba lleno de Glorias y yo no sabía. Mucha gente se reconoció ahí o reconoció a alguien ahí, y la película apareció para ponerle cuerpo a algo que todavía no había sido nombrado de esa forma (…).La nueva versión de Gloria está exactamente en su tiempo. Pero la otra tuvo esa gracia de ser un buen caballo de Troya. El formato que tiene también es parte de su popularidad; es una película que te invita. Eso fue lo que la hizo tener tanto alcance. 

-¿De qué manera el Oscar te instaló en otro nivel en la industria internacional y cuáles son los desafíos hacia adelante?

-Eso es lo que estoy viviendo justo ahora. Hay interés de muchos productores y compañías que quieren financiar mis proyectos, muchas invitaciones a dirigir y guiones. Como que se multiplica lo que venía ya andando, producto de la resonancia y la visibilidad que el Oscar tiene, la importancia del premio.

La fragilidad de la industria local

“Hacer cine en Chile siempre ha sido una odisea”, afirma Lelio -mientras toma una bebida cola en un restaurante francés, en Providencia-, sobre la ruta que debió recorrer para abrirse camino, cuando hacía cine en el país y tenía que salir a buscar financiamiento. “Mis primeras películas eran más pequeñas. A La Sagrada Familia le fue muy bien también, en su momento, pero después las otras dos –Navidad y El año del tigre- fueron más complicadas en términos de su distribución, a pesar de que les fue bien en su recorrido por festivales. Pero necesitaba pasar a otra cosa, estaba un poco aburrido de los festivales”. 

La respuesta a esa necesidad de algo nuevo fue Gloria, comenta el director. Pero en sus comienzos debió hacer todo el periplo. “Filmé La Sagrada Familia en tres días sin parar, sin dormir, porque fue la manera que encontré de financiarla. Diseñé un método para que eso fuera un plus y no un problema. Hacer de la carencia una virtud, es una obligación para cualquier industria frágil, y nuestra industria es tremendamente frágil”.  

Lelio cree que la industria cinematográfica local ha crecido y que prueba de ello es que hay productoras sólidas, que generan trabajo, “como Fábula y otras, con distintos productos, como televisión, series, películas, etc. Pero sigue siendo un mercado muy pequeño y eso nos obliga a pensar más globalmente. La generación mía ha tenido esa cabeza, de hacer películas que funcionen en Chile pero también en el mundo, porque los números en Chile son siempre muy difíciles, a no ser que hagas humor picaresco urbano, casi comedias televisivas en el cine, algo que, por lo menos yo, no estoy interesado. A casi todas las que les ha ido mejor son de ese género. Pero si te interesa otro tipo de cine, es difícil hacer los números”.

Lo más difícil, explica, es el financiamiento y que funcione como negocio, es decir, todo el engranaje que implica una producción cinematográfica. “A películas como Gloria y NO, o Una mujer fantástica, les fue más o menos en Chile, pero hicieron muchísimos espectadores en el mundo. Y se estrenaron en muchísimos países, muchos más grandes que Chile (…). Depende de cómo se piense lo que es el éxito de una película. En Chile todo es muy localista, todo se trata de Chile. A Gloria la vieron 150 mil personas en Chile y más de un millón en el mundo, hablando de tickets”.

-¿Cómo lo explicas?

-Es por el tamaño del mercado local, la educación de la audiencia, la fagocitación de las películas de los Blockbuster por parte de las multisalas, la desaparición de los cines de barrio, el surgimiento de Netflix y Amazon… todo ese proceso que está pasando hace que, en un mercado pequeño, una película que tenga ciertos niveles de exigencia se vuelva frágil.

«Jugando juegos de otros nunca vamos a campeonar»

“El cine tiene que ser libre y los cineastas tienen que hacer lo que quieran hacer. Y una cinematografía sana tiene desde cine arte y ensayo, hasta cine de palomitas de maíz, y todo lo que hay entremedio. No hay una sola manera de enfrentar el desafío”, afirma Lelio respecto de si los realizadores locales deberían pensar en hacer películas más globalmente. Dice que esa ha sido su receta, pero que no pontifica. “Es interesante lo que ha pasado y me gusta la idea de que mis películas sean vistas. Pero jamás diría que los cineastas deben pensar en hacer películas globalmente, porque es muy válido que alguien quiera hacer una película que esté en un circuito mucho más underground y eso tiene su valor, dignidad y está todo bien”. 

En sus films esa mirada global está presente desde el comienzo y durante todo el proceso creativo. “El cine es una conversación internacional. Una película tiene que lograr resonar donde sea que se ponga o muestre; emocionar al japonés, al francés y al finlandés. Sí se piensa globalmente desde el comienzo, pero no tiene que ver con frotarse las manos y pensar en hacer un negocio, sino con tener el foco mucho más puesto en encontrar la dimensión universal de lo que estás contando. Eso es la profundidad, lo humano que la película toca. Entonces la gente se muere de la risa en tal parte de Gloria, o se emociona en cierto pasaje de Una mujer fantástica, y sucede en todas partes igual”.

-¿Cómo la creatividad, al contar la historia, incide en que una película circule no sólo en festivales, sino que también en capitales del mundo?

-Es que el cine es creación, entonces es pura creatividad. No hay nada y de pronto hay algo (…). El asunto tiene que ver también con esa frase de Los Prisioneros que dice “jugando juegos de otros nunca vamos a campeonar”. Es súper cierta, porque hay que lograr jugar el propio juego y sin embargo ser universales. Ese es uno de los desafíos creativos más interesantes.  

-A propósito de jugar con las propias reglas, ¿existe el sello nacional en la industria cinematográfica chilena? 

-No tenemos un cine que cuente con un programa estético reconocible como el cine iraní, el surcoreano o incluso el francés, a pesar de que hay tanta variedad al interior de esa misma cinematografía. Aquí lo que hay es sobre todo entusiasmo, hambre y eclecticismo. Están pasando cosas acá, súper variadas y así se percibe desde afuera. Un país desde el que salen piezas inesperadas. Pero no sabría decir qué hace chilena, a una película chilena. 

El director de Una mujer fantástica reflexiona sobre si el mayor reconocimiento que tiene el cine chileno en el exterior -lo que se debe en parte al Oscar de marzo pasado-, modifica en algo lo que sucede en la industria local. “Estamos viendo eso, tanteando qué tanto cambia. Pero sin duda hay mayor atención, respeto, y espero que los beneficios de eso se repartan para todos los que tengan proyectos. Cualquier persona de Chile que se sienta hoy en un mercado con un proyecto interesante, se le va a escuchar con una actitud levemente distinta, más abierta y dispuesta, que en febrero. Desde el 4 de marzo eso cambió. Ahora, si va a significar que la industria se solidifique, consolide, que vengan más producciones, está por verse. No creo que automáticamente signifique necesariamente un beneficio tan claro. Para que haya beneficios claros tienen que cambiar las políticas estatales y haber muchos más recursos para el cine”. 

-¿Más fondos además de los del Consejo, actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio?

-En vez del recortar los fondos de televisión y de cine, es justamente lo contrario, aumentarlos (…). Es un escándalo que la televisión pública no esté directamente involucrada en el financiamiento del cine y su difusión. Eso debería cambiar (…). La solución está acá, no va a venir nadie de afuera a solucionarnos el problema. La fragilidad de la industria está en lo difícil que es tener continuidad, en lo difícil que es hacer una película y después hacer otra (…). No hay una industria en el sentido de que haya guiones circulando, o te ofrezcan dirigir un largo. No hay agentes ni manager, no está toda esa maquinaria en la que mucha gente vive. Aquí todo pende más de un hilo y no se puede tener una industria que dependa de fondos concursables solamente.  

-¿Debe haber un fomento de forma más permanente, y de origen estatal?

-También, pero una cosa lleva a la otra. La existencia del Fondo de Fomento Audiovisual permitió que películas como Gloria y Una mujer fantástica se filmaran, pero también las anteriores, algunas. Eso genera aprendizaje de parte de directores, guionistas, productores, de todo el equipo técnico… ese aprendizaje se traduce en un Oscar. No es de la nada. Pero nosotros tuvimos suerte. Me he ganado el Fondo de Fomento Audiovisual con todas mis películas (…). Y ese fondo apenas te da el derecho de sentarte en una mesa con un productor extranjero y decir: ‘Tengo algo de plata para hacer esta película’. Así de frágil es.

-¿Qué otros puntos críticos ves para que la industria local supere la situación de fragilidad?

-La creación del canal cultural de televisión y el involucramiento de la televisión en el financiamiento del cine, a través de fondos públicos, es esencial; el robustecimiento del apoyo… no puede ser que sólo seis películas al año se financien con el fondo. ¿Qué pasa con el resto? Se genera una dependencia viciosa hacia el fondo, que es muy cruel. Es bien paradójico, porque para poder pasar el rompeolas de filmar con fondos estatales, necesitas el fondo estatal, para tener continuidad, expertise y la calidad que se requiere. Después de eso puedes pensar en hacer películas sin el fondo, pero las nuevas generaciones que se están formando lo necesitan.

-¿Igual consideras que hay una industria nacional cinematográfica? ¿Puede llamarse industria?

-Una frágil industria.

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