Cuatro capítulos le bastan a esta docuserie de Netflix para incendiar la
pradera, figurativamente hablando. A través de testimonios, historias bien
contadas, reporteo en terreno y material de archivo, Sociedad de consumo
pone el foco en el consumo desatado de los tiempos modernos y en las
prácticas al filo de la ética en algunas industrias.
Los muebles Ikea son los protagonistas de uno de los episodios más
controvertidos, luego de que en Estados Unidos varios menores de edad
murieran aplastados por los muebles, lo que obligó a la empresa a realizar
campañas de retiro de una cómoda en particular y a impulsar a que la gente los atornillara en la pared, para que no cedieran hacia adelante, evitando así provocar más accidentes, junto a la desforestación de algunos parques para construir los muebles.
Los vaporizadores y su adicción en los adolescentes, los maquillajes
falsificados, especialmente provenientes de China, que no revelan que se
elaboran con elementos contaminantes e incluso cancerígenos aportan material para otros dos episodios, donde hay una mirada polémica –en eso aporta la música y la edición- y una agilidad para narrar.
Como todo documental, hay mirada subjetiva, de autor, y por tanto se muestra lo que parece más espectacular y se evitan los matices. Pero se trata de una serie potente y muy alineada con los nuevos tiempos, donde parte de la crisis climática –el fondo de cada episodio- parece ser responsabilidad de cada persona, aunque es la gran industria la que debe responsabilizarse para disminuir la contaminación. Una docuserie ideal para ver y debatir.
