Dicen que los humoristas tienen un agudo sentido social y serían tan expertos en análisis de contingencia que cualquier departamento de Planning se los pelearía.

Estoy seguro que todo hubiera sido muy distinto si hubieran tenido sentados a humoristas como asesores de gobierno y en las salas de reuniones de varias empresas de comunicaciones.  

Para qué decir de las rutinas del Festival de Viña, con un material que estaba a flor de piel, como si cada día después del estallido hubiera sido un focus de más de 2 millones de personas diciéndonos todo lo que se siente y de las maneras más creativas que nuestra cultura pocas veces muestra con tanta espontaneidad.

Sólo imaginen a un humorista mirando todos los días la TV. Ni siquiera las redes sociales. Desde el “Esto no prendió, cabros” hasta el último graffiti amanecido hoy.

Valparaíso y Viña sin duda podrían ser un reflejo extremo de los 2 Chiles que se encuentran. El Chile de puerto, de cerros, de incendios, olor a caleta, intrincado, deambulante, colorido, desafiante, meado, vagabundo, auténtico y con la cicatriz a la vista, versus el Chile de la ciudad jardín, con apellidos rimbombantes, con flores, casino y bronceadores, zorrones flotantes y condominios con vista al mar.

Personalmente me provocaba curiosidad saber cuál serían las rutinas de los humoristas en la arena del circo romano de Viña, sobre todo siendo viñamarino. Por eso quizás me dolió más de la cuenta cuando leí en Arlegui con la Plaza: “Viña, ciudad de apariencias”.

Hasta que llegaron las rutinas ajustadas a la perfección para la contingencia bajo un concepto único que me pareció se repitió hasta el cansancio:

“Estoy con ustedes, cabros”.

Obviamente el humor usa la contingencia, pero no haciendo de cada causa social una muletilla para el aplauso fácil.

El humor de la Quinta quedó bien con el apruebo, la igualdad, los matapacos, la desigualdad, la injusticia, las colusiones, los malos, los buenos y los de la primera línea, como si fueran comodines para salvarse de la pifia.

No sé si seré iluso, pero todavía creo en que lo bueno es transversal, independiente del público de esa noche. Lo bueno usa la contingencia como condimento, pero nunca como plato principal. Lo bueno es una propuesta y no una respuesta. Lo bueno irrumpe, interrumpe y tiene el poder de transformar una simple frase en algo que se te queda pegado como un chicle en el cerebro.

Gaviotas para todos, ya que hicieron su rutina perfecta. Unos pidiendo disculpas, otros confesándose, pero todos alzando sus banderas en el momento propicio.

Para eso es fácil tener el chiste perfecto.

Por Eduardo Novion
Director General Creativo de TBWA\Frederick

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